Existe en la praxis de los medios de comunicación colombianos y quizá latinoamericanos la necesidad de abrir espacios a una nueva clase de periodistas que informen a la sociedad desde la perspectiva de la cultura de la paz y de los derechos humanos o el planteamiento puede quedarse en la formulación de una bella utopía? Se puede pensar en un modelo identitatario de periodista para la paz en función de proporcionar equilibrio en el tratamiento informativo que se hace actualmente de la violencia y de la guerra, con el que actualmente y de manera escasa, se practica de la no violencia?
Estos dos cuestionamientos son los que guiarán la disertación en torno a la conveniencia de establecer un modelo que le permita dar importancia a la identidad a los periodistas de paz en medio de una disputa o tensión entre los mismos medios y las esferas de los poderes económicos y políticos porque se mantenga el paradigma imperante, sostenido bajo una falsa premisa: Las noticias de guerra y violencia atraen y venden. Las de paz no.
Estos dos cuestionamientos son los que guiarán la disertación en torno a la conveniencia de establecer un modelo que le permita dar importancia a la identidad a los periodistas de paz en medio de una disputa o tensión entre los mismos medios y las esferas de los poderes económicos y políticos porque se mantenga el paradigma imperante, sostenido bajo una falsa premisa: Las noticias de guerra y violencia atraen y venden. Las de paz no.
En principio la apuesta de este discurso apunta al sentido de que los periodistas no podemos ser ajenos a un vínculo permanente con el bienestar de la sociedad por el hecho de ser ciudadanos de una democracia, y por la condición de ser unos mediadores con vasto poder para comunicar, o reinterpretar informativamente la realidad cotidiana, a esas comunidades locales, regionales, nacionales e internacionales que diariamente toman el periódico, escuchan la radio, ven la televisión, o navegan en la internet.
Ese compromiso social obliga a que los periodistas seamos responsables socialmente, sea que trabajemos en los medios o dentro de una organización empresarial, en donde los públicos son más pequeños pero igualmente importantes. Por esa razón el compromiso debe llevarnos a descubrir el grado de conexión entre periodistas y ciudadanos. Una forma de ver, o incluso diagnosticar, esa conexión directa con las personas es entender el rol que ejercemos cuando escribimos o informamos sobre la guerra, los conflictos armados, la seguridad nacional e internacional, la paz y los derechos humanos, el desarrollo y la democracia.
Por esa razón es necesario descubrir si somos periodistas que propiciamos o hacemos posibles nuestra mediación hacia la paz o por el contrario alimentamos, con la fuerza de nuestra palabra y la cultura informativa que hemos heredado, los conflictos negativos. Y más aún, si como comuicólogos estamos identificados con la paz, hacemos un ejercicio profesional para la paz, o la no violencia de una manera eficiente y útil.
Una mirada a los antecedentes y a las perspectivas en busca de la identidad.
Para establecer de dónde viene ese, aún muy leve y débil proceso de identidad de los periodistas para la paz en el mundo, que además aún se está construyendo, es necesario retroceder unos años en las páginas de los estudios de la paz. El concepto del periodista de paz es muy nuevo, y se desprende del debate público internacional orquestado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, planteada en la última década del siglo veinte, por organizaciones civiles internacionales relacionados con los derechos humanos y la comunicación. Es decir, el tema tiene menos de una década de vigencia, y sin embargo, ya ha empezado, al menos en Europa a generar interés de respetados académicos, sociólogos e investigadores de la paz, como Vincen Fisas, Federico Mayor Zaragoza, Xavier Markiegi Candina, Irenäus Eibl-Eibesfeldt Mashall B. Rosembere y filósofos de la actualidad que empiezan a manifestar su simpatía con el discurso de la cultura pacífica, como Edgar Morín y Jürgen Habermas.
Ellos parecen estar de acuerdo con la definición que hace la UNESCO en el programa mundial de “Acciones para la Paz” conocido como el Manifiesto 20001, promulgado en el año 1999 con la firma de los representantes de todos los gobiernos que integran este órgano dependiente de la Organización de Naciones Unidas, ONU. Señala este documento que la Cultura de la Paz son todos aquellos “valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación(...) el respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales; el compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos”, entre otros. Esta definición de la UNESCO busca establecer coherencia con su carta de constitución en 1945, promulgada después de la Segunda Guerra Mundial; en el sentido de que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Una mirada a los antecedentes y a las perspectivas en busca de la identidad.
Para establecer de dónde viene ese, aún muy leve y débil proceso de identidad de los periodistas para la paz en el mundo, que además aún se está construyendo, es necesario retroceder unos años en las páginas de los estudios de la paz. El concepto del periodista de paz es muy nuevo, y se desprende del debate público internacional orquestado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, planteada en la última década del siglo veinte, por organizaciones civiles internacionales relacionados con los derechos humanos y la comunicación. Es decir, el tema tiene menos de una década de vigencia, y sin embargo, ya ha empezado, al menos en Europa a generar interés de respetados académicos, sociólogos e investigadores de la paz, como Vincen Fisas, Federico Mayor Zaragoza, Xavier Markiegi Candina, Irenäus Eibl-Eibesfeldt Mashall B. Rosembere y filósofos de la actualidad que empiezan a manifestar su simpatía con el discurso de la cultura pacífica, como Edgar Morín y Jürgen Habermas.
Ellos parecen estar de acuerdo con la definición que hace la UNESCO en el programa mundial de “Acciones para la Paz” conocido como el Manifiesto 20001, promulgado en el año 1999 con la firma de los representantes de todos los gobiernos que integran este órgano dependiente de la Organización de Naciones Unidas, ONU. Señala este documento que la Cultura de la Paz son todos aquellos “valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación(...) el respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales; el compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos”, entre otros. Esta definición de la UNESCO busca establecer coherencia con su carta de constitución en 1945, promulgada después de la Segunda Guerra Mundial; en el sentido de que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Identidad y Misión
La identidad del periodista de paz debe partir de definir su misión en torno a que informe, pero a su vez propicie formas de vida que correspondan a la cultura de la paz, de la misma manera como el de la guerra informa sobre la guerra. Si el periodista de paz informa sobre la guerra, y el de la guerra también sobre ésta, a la opinión pública sólo se le está entregando información sobre la violencia, y muy poca o nada sobre la paz, sus valores dentro de una sociedad, y la importancia de construir acciones que rechacen la violencia.
La identidad del periodista de paz debe partir de definir su misión en torno a que informe, pero a su vez propicie formas de vida que correspondan a la cultura de la paz, de la misma manera como el de la guerra informa sobre la guerra. Si el periodista de paz informa sobre la guerra, y el de la guerra también sobre ésta, a la opinión pública sólo se le está entregando información sobre la violencia, y muy poca o nada sobre la paz, sus valores dentro de una sociedad, y la importancia de construir acciones que rechacen la violencia.
Es necesario entonces identificar la paz no como un estado pasivo en el que desaparece o se ausenta la guerra a través de unas negociaciones políticas que logran la desmovilización de los grupos irregulares, sino como todo un proceso integral en donde el conflicto es sometido positivamente a pasar por un filtro de evolución social, económico, político, cultural y tecnológico que lo transforma hacia lo pro activo, lo dinámico, lo participativo, lo constructivo, lo eficiente, lo eficaz y lo productivo. Cuando el periodista entiende así la paz, ya está dispuesto a moverse en la dirección del trabajo por una cultura de paz en las comunidades y sociedades colombianas. Es más, ya está en disposición de que su olfato detecte en las cosas cotidianas, en el milagro diario de la vida, en el transcurrir del desarrollo social, político y económico, los verdaderos hechos de paz que se convierten en noticia. Hoy esos hechos suceden, pero el periodista no tiene ni la capacidad ni el entrenamiento profesional o técnico para descubrir que eso es noticia. Tampoco están en capacidad de entenderlo así, los directores de medios y los empresarios de la comunicación, porque el constante referente de la violencia siempre ha sido preferir las noticias de este tipo, lo que creó toda una cultura en ese sentido.

